los leones del rey


   Aquí tenéis el enlace al Diccionario de la Lengua Española para buscar palabras que no entendáis.

   Antes de leer, pongámonos en situación:

   Don Quijote y Sancho han vivido junto ya numerosas aventuras. En este momento, se encuentran acompañados por otro caballero andante conocido como el caballero del Verde Gabán. De repente, los tres ven cómo desde lo lejos se acerca una carreta llevada por dos hombres y Don Quijote los detiene lleno de curiosidad por saber qué es lo que guardan en ella... ¿qué será?

  TEXTO

Llegó en esto el carro de las banderas en el que iban el carretero a caballo de una mula y otro hombre sentado en  la parte de delantera. Don Quijote se plantó en medio del camino y dijo:

       - ¿Adónde vais, hermanos? ¿Qué lleváis en el carro y qué banderas son éstas?

       - Llevamos dos bravos leones enjaulados para el Rey – respondió el carretero -. Las banderas son la señal de que aquí va cosa suya.

       - ¿Y son grandes los leones?

      - Nunca han pasado otros más grandes de África a España – dijo el leonero -. Son hembra y macho, y ahora van hambrientos porque no han comido.

   Don Quijote, sonriéndose un poco, dijo;

      - ¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos? ¡Como que soy yo hombre que se espanta de leones! Apeaos, buen hombre, y abrid las jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad de esta campiña le daré a conocer quién es don Quijote de la Mancha.

       - ¡Dios santo! – dijo para sí el del Verde Gabán, comprendiendo que nuestro caballero estaba loco.

   Sancho se acercó a él y le rogó:

       - Señor hidalgo, detenga a mi señor antes que lo sleones nos hagan pedazos a todos.

-      ¿Tan loco es vuestro amo? – preguntó el del Verde Gabán.

-      No es loco, sino atrevido.

-      Yo haré que no lo sea – replicó el hidalgo. Y acercándose a don Quijote, que apremiaba al leonero para que abriese las jaulas, le dijo -: Señor, los caballeros andantes solo han de acometer las aventuras que pueden salir bien, que una cosa es la valentía y otra la temeridad.

       - Váyase, señor hidalgo – respondió don Quijote -, vaya a cazar con su hurón, y cada uno haga su oficio, que yo hago el mío enfrentándome a estos señores leones – y volviéndose al leonero, le dijo -: ¡Voto a tal, don bellaco, que si no abres las jaulas, te coseré con esta lanza al carro!

       - Señor mío, por cairdad – suplicó el carretero antes aquel armado fantasma -, déjeme desuncir las mulas y ponerme a salvo con ellas, que son todo lo que tengo.

       - ¡Oh hombre de poca fe! – respondió don Quijote -, apéate y haz lo que quieras.

   El carretero desunció las mulas y se fue de prisa con ellas mientras el leonero decía a grandes voces:

      - ¡Vuestras mercedes son testigos de que suelto los leones contra mi voluntad!. ¡Pónganse a salvo!

   Al oír esto Sancho, con lágrimas en los ojos, suplicó a don Quijote que desistiese de tal empresa.

       - Mire, señor – decía -, que aquí no hay encanto ni cosa que lo valga; que yo he visto por entre las verjas de la jaula una uña de león verdadero, y por ella saco que el león debe ser mayor que una montaña.

      - El miedo – respondió don Quijote – hace que el león te parezca mayor que medio mundo. Retírate, Sancho, y si aquí muero, ya sabes nuestro antiguo acuerdo: acudirás a Dulcinea, y no te digo más.

   El del Verde Gabán vio que era inútil oponerse a un loco armado, así que espoleó a la yegua, y lo mismo hizo Sancho con su rucio y el carretero con sus mulas, para apartarse del carro lo más que pudiesen antes de que los leones saliesen en libertad. Lloraba ya Sancho la muerte de su señor, pero no por eso dejaba de aporrear al rucio. Mientras tanto, don Quijote estuvo considerando si sería mejor hacer la batalla a pie o a caballo, y, al fin, decidió hacerla a pie, por temor a que Rocinante se espantara con la vista de los leones. Así que saltó del caballo, arrojó la lanza, embrazó el escudo y, desenvainando la espada poquito a poco, con corazón valiente, se puso delante del carro, encomendándose a Dios y luego a su señora Dulcinea.

   Al llegar a este punto, el autor de esta verdadera historia exclama: <<¡Oh fuerte y animoso don Quijote de la Mancha, espejo donde pueden mirarse todos los valientes del mundo! ¿Con qué palabras contarçe esta tan espantosa hazaña para hacerla creíble a los siglos venideros?>>. Y luego agrega que, cuando el leonero advirtí que no tenía más remedio que soltar el león macho para no encolerizar a don Quijote, abrió de par en par la primera jaula, y lo primero que hizo el león, fue revolverse, tender la garra y desperezarse. Luego abrió la boca, bostezó muy despacio y sacó casi dos palmos de lengua con los que se desempolvó los ojos y se lavó el rostro. Hecho esto, asomó la cabeza fuera de la jaula y miró a todas partes con unos ojos hechos brasas que ponían espanto a la misma temeridad. Sólo don Quijote lo miraba atentamente, deseando que saltase ya del carro para despedazarlo con las manos. Pero el generoso león, no haciendo caso de niñerías ni de bravatas, después de haber mirado a una y otra parte, volvió las espaldas y enseñó sus traseras partes a don Quijote, y con gran parsimonia entró de nuevo en la jaula. Visto lo cual, don Quijote mandó al leonero que le diese de palos y lo irritase para echarlo fuera.

       - Eso no – respondió el leonero -, porque si lo hago, yo seré el primero al que haga pedazos. El león tiene abierta la puerta: en su mano está salir o no salir. Dejadlo ya, que la grandeza del corazón de vuesa merced ya está bien declarada.

       - Eso es verdad – dijo don Quijote -. Cierra, amigo, la puerta, y proclama por donde vayas lo que has visto: que tú abriste al león, yo lo esperé, él no salió, lo volví a esperar, volvió a no salir y se volvió a acostar.

       Una vez encerrado el león de nuevo en su jaula, don Quijote espetó en la punta de la lanza el lienzo con el que se había limpiado la cara y llemó a los tres huidos. Vio Sancho la señal del blanco paño y dijo:

       - ¡Que me maten si mi señor no ha vencido a las fieras bestias!

       Poco a poco, todavía con algo de miedo, se fueron acercando los tres hasta oír claramente las voces de don Quijote, que gritaba al carretero:

       - ¡Volved, hermano, y seguid vuestro viaje! Y tú, Sancho, dale un escudo de oro, y otro al leonero, en recompensa de lo que por mí se han detenido.

        - Los daré de muy buena gana - respondió Sancho -, pero ¿los leones están muertos o vivos?

       En leonero contó entonces con detalle los lances de la contienda, exagerando el valor de don Quijote, a cuya vista la fiera se acobardó y no osó salir de la jaula.

        - ¿Qué te parece, Sancho? - dijo don Quijote -. Los encantadores podrán quitarme la buena suerte, pero jamás el esfuerzo y el ánimo.

       Dio Sancho los escudos, unció el carretero las mulas, besó el leonero las manos a don Quijote por la merced recibida y prometió contar su valerosa hazaña al mismo rey cuando llegase a la corte.

       - Si su Majestad pregunta por mí, decidle que soy el Caballero de los Leones, pues de ahora en adelante quiero cambiar el nombre del Caballero de la Triste Figura por este nuevo.

Fuente del segundo texto: Don Quijote de la Mancha (2004). Adaptación de Eduardo Alonso. Madrid: Vicens Vivens. Segunda parte, pág. 246-250.

Actividad 2. Ficha de lectura


   Después de leer el texto, rellenad esta ficha

   Las preguntas os van a ayudar a saber si habéis comprendido bien el texto y a ver cómo podéis construir vuestra noticia de radio (quién participa, cuál es el conflicto que hay que presentar, etc.).

   Acceded a la ficha pinchando aquí

 

Los leones del rey

 

 

 

¿Para quién son los leones que lleva el carretero?

 

 

¿Qué ocurre cuando el leonero abre la puerta de la jaula del fieron animal?

 

 

 

¿Qué conclusión saca don Quijote de que el animal no quisiera salir de la jaula?

 

 

 

¿Cómo dice don Quijote que se va a llamar a partir de ese momento?

 

 

 

 

¿Qué personajes participan en esta aventura?

 

 

¿Qué papel cumple cada uno?

 

 

¿Cuál es el tema central?

 

 

Dividid el episodio en tres partes. No os extendáis, hacedlo de forma breve

 

-          Inicio

 

-          Desarrollo

 

-          Desenlace