Los Ejércitos de ovejas


   Aquí tenéis el enlace al Diccionario de la Lengua Española para buscar palabras que no entendáis.

   Antes de leer, pongámonos en situación:

  Don Quijote y Sancho, después de vivir muchas aventuras, cansados de tanta agitación, llegan a un camino y ven cómo se acerca algo desde lo lejos... ¿qué será?

   TEXTO

   En estos coloquios iban los dos, cuando nuestro caballero vio venir por el camino una grande y espesa polvareda. Se volvió a Sancho y le dijo:

   - Éste es el día, ¡Oh Sancho!, en el que se ha de demostrar el valor de mi brazo. Hoy haré obras que quedarán escritas en el libro de la fama por los siglos de los siglos. ¿Ves aquella polvareda, Sancho? Pues es un gran ejército que por allí viene marchando.

   - Pues serán dos - dijo Sancho -, porque por allí se levanta otra polvareda igual.

   Se volvió don Quijote y vio que era verdad. Se alegró sobremanera pensando sin duda alguna que eran dos ejércitos que venían a embestirse en mitad de aquella espaciosa llanura, porque tenía a todas horas la fantasía llena de las batallas, los encantamientos, desatinos, amores y desafíos que en los libros de caballería se cuentan. La polvareda que había visto la levantaban dos grandes manadas de ovejas y carneros que se dirigían al mismo camino desde dos sitios diferentes. Y con tanto ahínco afirmaba don Quijote que eran ejércitos, que Sancho se lo creyó.

   - Señor, ahora ¿qué hemos de hacer nosotros? - dijo Sancho.

   - ¿Qué? Ayudar a los necesitados y desvalidos. Este ejército que viene de frente lo conduce el gran emperador Alifanfarón, señor de la isla Trapobana; y este otro que marcha a mis espaldas es el de su enemigo, el rey de los garamantas, al que llaman Pentapolín del Arremangado Brazo porque siempre entra en las batallas con el brazo derecho desnudo.

   - Y ¿por qué se quieren tan mal estos dos señores?

   - Porque Alifanfarón es un furibundo pagano y está enamorado de la hija de Pentapolín, que es una cristiana muy hermosa, y su padre no se la quiere entregar hasta que Alifanfarón deje la ley del falso profeta Mahoma.

   - ¡Por mis barbas - dijo Sancho - que hace muy bien Pentapolín, y yo le tengo de ayuda en lo que pueda! ¿Dónde dejamos a este asno, para que lo encontremos después de la refriega?

   - Déjalo correr a sus aventuras - dijo don Quijote. Da lo mismo que se pierda, porque después de la victoria tendremos tantos caballeros que Rocinante corre peligro de que lo cambie por otro. Pero subamos a aquella loma, que quiero ver mejor a los caballeros principales de los dos ejércitos.

   Así lo hicieron y, aunque las nubes de polvo que levantaban los rebaños le cegaban la vista, don Quijote señalaba:

   - Aquel caballero que trae en el escudo tres coronas de plata es el temido Micocolembo, gran duque de Quirocia, y el otro de miembros gigantes que está a su derecha es Brandabarbarán de Boliche, señor de las tres Arabias. Pero vuelve los ojos a esta otra parte, Sancho, y verás al frente de su ejército al jamás vencido Timonel de Carcajona, que trae pintado en el escudo un gato de oro con un lema que dice <<Miau>>, que es el principio del nombre de su dama, la sin par Miulina, hija del duque Alfeñiquén del algarve. Y aquel otro poderoso caballero es Espartafilardo del Bosque.

   Estaba Sancho Panza colgado de las palabras de su amo, sin decir nada, y de cuando en cuando volvía la cabeza a ver veía los caballeros y gigantes que don Quijote nombraba; y como no descubría a ninguno, dijo:

   - Señor, yo no los veo. Debe de ser encantamiento, como los fantasmas de anoche.

   - ¿Cómo dices eso? - respondió don Quijote -. ¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los tambores?

   - Yo no oigo más que balidos de ovejas y carneros - dijo Sancho.

   Y así era la verdad, porque ya llegaban cerca los dos rebaños.

   - El miedo, Sancho, hace que ni veas ni oigas nada a derechas, porque uno de los defectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son. Sí tanto temes, apártate y déjame solo, que yo solo me basto para conquistar la victoria.

   Y, diciendo esto, picó espuelas a Rocinante y, lanza en ristre, bajó de la loma como un rayo. Sancho le daba voces:

   - ¡Vuélvase, señor don Quijote, que son carneros y ovejas las que va a embestir! ¿Qué locura es ésta? Mira que no hay gigantes ni caballeros. ¿Qué es lo que hace? ¡Pecador de mí!

   Pero don Quijote no atendió a razones, y se metió en medio del escuadrón de las ovejas, y comenzó a alancearlas con mucho coraje. Los pastores le daban voces para que no hiciese aquello, pero, como no les hacía caso, sacaron las hondas y le arrojaron piedras como el puño. Don Quijote, sin preocuparse de las pedradas, decía:

   - ¿Dónde estás, soberbio Alifanfarón? Vente a mí, que un caballero solo soy.

   En esto una peladilla de arroyo le dio en un costado y le sepultó dos costillas en el cuerpo. Viéndose tan maltrecho, don Quijote se creyó muerto o malherido, así que sacó la aceitera que contenía el bálsamo, la llevó a la boca y comenzó a echar licor en el estómago. Pero antes de que acabara, llegó otra almendra que le dio tan de lleno en la mano que hizo pedazos la aceitera, le machacó dos dedos y le llevó de paso tres o cuatro dientes y muelas.

   Los dos golpes fueron tan fuertes, que el pobre hidalgo se cayó del caballo. Se acercaron los pastores y creyeron que le habían matado, así que con mucha prisa recogieron el ganado, se hicieron cargo de las reses muertas, que pasaban de siete, y se fueron.

   Durante todo este tiempo Sancho había mirado desde la loma las locuras de su amo, y se arrancaba las barbas, maldiciendo la hora en que lo había conocido. Cuando se fueron los pastores, bajó de la cuesta y halló al caballero con muy mal aspecto, aunque no había perdido el sentido.

   - ¿No le decía yo, señor don Quijote, que no era ejércitos, sino manadas de carneros?

   - Sábete, Sancho, el maligno encantador que me persigue envidia la gloria que yo iba a alcanzar y por eso ha cambiado los escuadrones de enemigos en rebaños de ovejas. Pero ahora, Sancho, necesito tu ayuda. Mira a ver cuántas muelas y dientes me faltan.

Fuente: Don Quijote de la Mancha (2004). Adaptación de Eduardo Alonso. Madrid: Vicens Vivens. Primera parte, pág. 96-100.

Actividad 2. Ficha de lectura


   Después de leer el texto, rellenad esta ficha

   Las preguntas os van a ayudar a saber si habéis comprendido bien el texto y a ver cómo podéis construir vuestra noticia de radio (quién participa, cuál es el conflicto que hay que presentar, etc).

   Acceded a la ficha pinchando aquí

 

Los ejércitos de ovejas

 

 

 

¿Qué piensa don Quijote que son las ovejas?

 

 

¿Sancho cree a su amo o sabe que el supuesto ejército es en realidad un rebaño de ovejas?

 

 

 

Al final, don Quijote acaba malherido por los golpes de los animales; ¿cómo justifica él que ya no sean un ejército sino un simple rebaño de ovejas?

 

 

 

¿Los pastores se quedan a ayudar o se van?

 

 

 

 

¿Qué personajes participan en esta aventura?

 

 

¿Qué papel cumple cada uno?

 

 

¿Cuál es el tema central?

 

 

Dividid el episodio en tres partes. No os extendáis, hacedlo de forma breve

 

-          Inicio

 

-          Desarrollo

 

-          Desenlace